Celebraciones y festividades

En Cimballa las festividades se esperan con entusiasmo y son celebradas con gran ilusión. Con el tiempo y como en tantos pueblos, han debido de modificarse algunas y pasar al fin de semana más cercano a sus orígenes. Esta decisión, sin embargo, hace que los habitantes del pueblo y los que viven fuera encuentren un hueco en sus agendas para llegarse a la localidad y festejar los días de celebraciones.

Antiguamente el calendario conmemorativo era más extenso y en las fechas señaladas se implicaban los mozos en la mayoría de los preparativos, eran los quintos de cada año los que tenían un mayor protagonismo.

Festividades actuales:

San Blas y Sta. Águeda: Festividades que se conmemoran los días 3 y 5 de febrero. En la actualidad se celebran el fin de semana más cercano a estas fechas.

El día de san Blas se celebra con una misa y se saca al patrón en procesión. El sacerdote bendice algunos postres o algún dulce o caramelos, que se han llevado a la iglesia con ese fin, por ser el santo protector de la garganta.

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                                                Foto: Dionisio Herranz
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                                     Foto: Jordi Pérez

La romería de  la  fiesta de santa Águeda, se realiza caminando hacia la ermita de Santo Tomás.      Las campanas llaman a la gente para congregarse en la iglesia del pueblo antes de emprender el camino. Los asistentes van llegando y degustan unas pastas y moscatel allí a la entrada.  Las mujeres se encargan de llevar la peana de Sta. Águeda, turnándose para portarla cada cierto tiempo. Precede la comitiva la cruz, a continuación, la peana, el sacerdote y los monaguillos, los músicos y el resto de los acompañantes, haciendo una breve parada y unos rezos en la puerta del camposanto. Una vez se accede a la ermita se celebra una misa sencilla y los vecinos regresan al pueblo desandando el camino. Durante la vuelta, las mujeres y niñas bailan en corro, siguiendo el ritmo de la música tradicional de “El Pollo” o la “Danza del Villano” y se gritan vivas a la santa, a los músicos e incluso al cura y a las bailadoras.

Las fiestas de febrero en la actualidad, corren a cargo de la Corporación Municipal, que ofrece una comida, en la plaza o el pabellón del pueblo (dependiendo de la climatología), para terminar con música y baile.205610_1518412138907_1792640555_923566_4640692_n

Años anteriores, estas fiestas de febrero eran las principales y más populares, donde cada día festivo tenía su denominación particular: Hace Días, Santa María, san Blas, santa Águeda, las cuentas los mozos, los casados, los forasteros…

Santa María se refiere a la fiesta del 2 de febrero dedicada a la Purificación de la Virgen y Presentación en el templo, conocida también como la Candelaria, que es el día propio de la parroquia por tener el templo dedicado a ella. Aunque se celebraba años ha, la fiesta como tal, no ha sido una fecha relevante para el pueblo, seguramente por formar parte de los días festivos en que san Blas y santa Águeda se han posicionado como eventos principales.

Eran unas fiestas de gran jolgorio a juzgar por su extensión, aprovechando el parón invernal en las labores del campo. Se hacían bailes en la plaza del pueblo y para compensar las bajas temperaturas, había una gran hoguera permanentemente en medio de la plaza, en donde se arremolinaban los bailadores para calentarse entre pieza y pieza.

En vísperas del día de santa Águeda, las mujeres se encargaban de subir a la ermita para adecentarla y decorarla, preparar la peana con la santa, adornándola con flores y colocando a la imagen el collar y el manto (donado por Ofelia de Aragón), mientras que los mozos que entraban en quintas, tenían la costumbre de limpiar el camino de piedras y malezas, para recorrerlo y hacer la bajada bailando, sin tropezones ni dificultades.

Con mucha antelación, el horno del pueblo sufría de una intensa actividad, dado que cada familia pedía su turno para elaborar en él grandes cestas de dulces: magdalenas, mantecados, rollos y tortas variadas.

Era costumbre masculina hacer la ronda por las calles, cantando y tocando algún instrumento musical, (guitarra, bandurria, acordeón), pidiendo por las casas para hacer merienda con posterioridad. Se ofrecía vino, anís, pastas e incluso productos de la matanza (chorizo, longaniza y magras de las cazuelas de adobo).

Cada día festivo estaba dedicado a un grupo y como tal eran los encargados de preparar la fiesta, la ronda, el baile, pagar la música, las misas, etc.

El día de los forasteros era el último, se trataba de aquellos que venían al pueblo a comprar o cambiar fruta, legumbres, pieles, se encargaban de pagar a los músicos a cambio de añadir una tarde más a la juerga.

La Virgen de agosto y san Roque: Los días 15 y 16 de agosto se celebran las fiestas de la Virgen y San Roque (actualmente se disfrutan el fin de semana más cercano a dichas fechas).
Son unas fiestas populares y multitudinarias, en donde la organización de las mismas, corre a cargo de una Comisión de Fiestas, nombrada anualmente y formada por unas 15 personas que se ocupan durante todo el año de vender lotería, contratar espectáculos, cobrar cuotas, organizar comidas, meriendas, concursos y preparar con ilusión y muchas ganas, los actos de las fiestas de agosto y septiembre. Dicha comisión comenzó su andadura por el año 1982.

Las fiestas de verano se caracterizan porque muchas de las actividades programadas se desarrollan en la plaza del pueblo. Empiezan con el chupinazo y la charanga por las calles del pueblo, suceden cenas, recenas, comidas y aperitivos, música para escuchar o para bailar, karaoke, disfraces, espectáculos de magia, variedades y jotas, exhibiciones varias que llenan los días de agradable convivencia y disfrute. Se hace una caminata por los alrededores, partidos de pelota, de futbito, frontenis… Se organizan concursos clásicos (las sillas, tirar de la cuerda, carreras de sacos, guiñote), y más novedosos (dardos, póker, juegos de agua, concursos de dibujo, de fotos), dependiendo de la imaginación o los medios de cada comisión organizadora. Son, sin lugar a dudas, varios días de diversión y entretenimiento que cambian la rutina de sus habitantes y contribuyen a la unión de todos los participantes.

Hasta la mitad de los setenta, el día de san Roque era una fiesta exclusiva de la Cofradía de San Roque, los llamados Hermanos de San Roque. El día de la celebración del santo salían acompañados por algún gaitero, hasta la casa del Prior (encargado de preparar la fiesta), o Hermano Mayor, a recoger los palos (cuatro palos torneados y decorados con cintas de colores, uno de ellos lleva un medallón pintado con imágenes de la Virgen y otro la imagen del santo en pequeña escultura. El Prior se hace acompañar de tres Hermanos más portando los palos y, seguidos por el resto de Cofrades, recorren el camino hasta la iglesia donde ocupan los primeros bancos.

A continuación, se reunían en el salón (actual bar del pueblo), para comer unas hogazas especiales elaboradas expresamente para esa celebración (sabían a anís), dos huevos duros y un puñado de cañamones fritos con sal. Al día siguiente se hacía una misa por los Cofrades difuntos y en especial por los fallecidos del año en curso. Era cuando tocaban la campanilla por las calles del pueblo.

La Cofradía data del año 1656 y ha llegado a tener un buen número cofrades.  Era costumbre familiar que el padre, siendo miembro de la Cofradía, apuntara a su hijo varón en cuanto nacía.

Siempre ha habido cofradesas, aunque su papel era limitado, puesto que no poseían cargos y tampoco asistían a la comida, pero sí pagaban cuotas, iban a las misas y se ocupaban de los preparativos. Desde los años setenta no se hacen distinciones entre uno u otro género.

En la actualidad hay apuntados 32 cofrades.

Peñas: Surgieron con fuerza por los años ochenta, tenían sus locales y sus celebraciones que eran casi exclusivas en Semana Santa y fiestas patronales. Recordamos nombres como: El Cascabel, La Casa Paterna, La Bicicleta, El Olmo, Metro Cuadrado, El Cangrejo, Era Garríos, Makookis…

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                                                          Foto: Jordi Pérez

Santísimo Misterio Dubio:
El 12 de septiembre tienen lugar las fiestas mayores, en honor del Santísimo Misterio Dubio. Se consideran las fiestas más solemnes y emotivas para el pueblo de Cimballa, puesto que tiene gran devoción y se venera con gran respeto.

Hoy en día, se celebran el fin de semana más cercano a su festividad, aunque el día 12 propiamente, los cimballeros repiten la fiesta. Las campanas de la iglesia de Cimballa bandean este único día, para anunciar que la reliquia ha salido de la iglesia, para dar la vuelta al pueblo en procesión y bendecirlo.

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                                                                  Foto: Jordi Pérez

 Novena y Rosario:
Los nueve días anteriores al Rosario se reza la Novena al Sto. Misterio. El Rosario es el acto culminante de dicha novena que se celebra la víspera de la fiesta mayor. Se sigue con gran devoción y tiene lugar entrada la noche. Su comienzo viene marcado saliendo de la iglesia con la cruz procesional, los estandartes, los faroles y la imagen de la Virgen sobre la peana grande (regalada por el pueblo de Yepes hace unos 30 años), seguida por los feligreses portando velas.

Novena al Santísimo Misterio.
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Fotos: Jordi Pérez

Se hace el recorrido tradicional (a la derecha de la iglesia, calle bajera, subir por la cuesta estrecha, bajar hasta el callejón para salir a la mitad de la calle Sto. Misterio y dirigirse hacia la plaza, para entrar por el lado izquierdo de la iglesia. La celebración del Rosario culmina con el canto de la Salve (en latín), interpretada por la banda de música local.

Misa y Adoración:

El día del Santísimo Misterio, se celebra con toda la solemnidad y el respeto que un pueblo tan pequeño puede ofrecer. Antes de los primeros toques de campanas, los músicos recorrerán el pueblo tocando la diana floreada, para animar a las gentes a levantarse y prepararse para el día grande en el calendario de nuestro pueblo y asistir a la misa principal. Durante la misma se cantan jotas (algunas veces interpretadas por Ángeles Pérez).

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Salida de la Procesión

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A continuación, y al son del repique de las campanas, se sale en procesión, con la reliquia bajo palio, dando la vuelta tradicional por el pueblo, acompañados por la música solemne de la banda y terminando en la plaza, en donde se ha preparado un altar en la parte posterior, situándose la cruz procesional, los pendones y estandartes a la izquierda y el alcalde, concejales y otras autoridades, a la derecha.

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Adoración en la plaza

Inmediatamente comienza el acto de la Adoración, único en la comunidad autónoma y característico de esta celebración, que consiste en que, después del sacerdote párroco (suele haber varios) adora al Sto. Misterio haciendo varias genuflexiones, pasarán los pendones y estandartes, de uno en uno, haciendo tres paradas hacia adelante y otras tres hacia atrás inclinándose en una reverencia.
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                                                                                               Foto: Jordi Pérez                   

Acto seguido lo hacen las autoridades y después las familias o grupos de amigos, que van posicionándose cerca del frontón, para proceder a la adoración respetuosamente siguiendo el mismo rito. Una vez finalizado éste, se regresa a la iglesia, donde los asistentes pasarán a besar el relicario del Santo Misterio mientras se entonan los Gozos.

Costumbre desaparecida era decorar los balcones o ventanas, por donde pasaba la procesión, con sábanas blancas y un crespón rojo en medio, evocando el paño del Sto. Misterio.

Conocemos también que en la víspera del día 12 de septiembre, se rezaba un responso en el peirón que estaba situado al lado de la iglesia, que las campanas anunciaban que el día grande iba a llegar y que se tiraban salvas de honor desde un monte cercano al pueblo.

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Las fiestas en la actualidad, apafiestarte del componente religioso, constituyen un importante elemento cohesionador gracias a que la mayoría de los actos populares se desarrollan en la plaza del pueblo y se intenta que la participación sea mayoritaria, se organiza una marcha por los alrededores con la que muchos de nosotros recorremos DSCF7441parajes que de otra manera no conoceríamos, las comidas y cenas resultan de lo más entretenidas, así como concursos variopintos,  y varias actuaciones de orquestas musicales, variedades, jotas, exhibiciones deportivas o karaokes con disfraces. Los niños tienen gran protagonismo con juegos tradicionales y de más actualidad, intentando que algunas tradiciones no se pierdan y fomentando la camaradería en el pueblo.

botijaen el macho.los dosPeregrinación a la Virgen de Jaraba:

Cinco pueblos de la comarca acuden en peregrinación a esta ermita, situada en el Barranco de la Hoz Seca, a las afueras del pueblo de Jaraba, cada cual en un domingo diferente (Campillo, Cimballa, Cubel, Milmarcos y Monterde). A Cimballa le corresponde el domingo de la Santísima Trinidad. En su mejor época, concurrían en peregrinación hasta treinta pueblos de Zaragoza y Guadalajara.

En aquellos tiempos, se hacía recorriendo la distancia entre ambos pueblos en caballerías, salían muy temprano a lomos de las mulas, cada cual con su merienda y una vez allí las alojaban en las cuadras cercanas a la ermita y celebraban misa, para a continuación merendar allí mismo y compartir las viandas entre los asistentes. Años atrás dicen, que algunos peregrinos depositaban objetos en la ermita con el fin de obtener favores de la Virgen de Jaraba o en agradecimiento por los concedidos o por alguna gracia o favor obenido (exvotos). Era frecuente encontrarse allí con cintas, gorras, pañuelos, baberos, diademas, pendientes, incluso algún bastón o zapatos.

A la caída de la tarde regresaban, haciendo varias paradas para descansar y echar un trago de las botas de vino y de paso, entonar alguna jota. Una vez cerca de Cimballa, los mozos azuzaban a las mulas para entrar en el pueblo al galope y eran recibidos sacando los pendones y con gran algarabía e incluso música. Era costumbre traer como recuerdo pequeñas botijas decoradas, adquiridas en el pueblo de Jaraba.

Se dice todavía que los recién casados deben de acudir a esta excursión el primer año de matrimonio, para que la Virgen los bendiga.

A fecha de hoy, el recorrido se realiza en coches particulares, se asiste a la celebración de la misa subiendo a la ermita situada a las afueras del pueblo, en un enclave de espectaculares cortados, con el río Mesa al pie de las montañas. Poco después, se prepara la comida al lado del río y se disfruta de una jornada festiva campestre. El número de peregrinos ha decrecido estos últimos años. En ocasiones se han realizado algunas caminatas a este santuario con la intención «de pedir agua a la Virgen» en años de sequía.

Como en tantos otros pueblos, la religión estaba muy presente en el día a día de la localidad y todos los habitantes de una manera u otra se implicaban en los actos que se llevaban a cabo en fechas señaladas, al menos hasta el siglo pasado: Se rezaba al comenzar y acabar las clases, se respetaba la hora del Ángelus, se iba al rosario diariamente, era ineludible faltar a la misa dominical, se recitaban poesías en mayo, se asistía a los Vía Crucis de los viernes durante la Semana Santa, se ensayaban los cantos para la iglesia. Solían rezar varios rosarios en días seguidos, posteriormente al fallecimiento de algún vecino y pedir por su alma.

Semana Santa: La llegada del tiempo de Pascua suponía un gran acontecimiento en el pueblo. Daba comienzo con la celebración del domingo de Ramos, antes de entrar a la iglesia se apiñaban los ramos de romero preparados por algún vecino, se bendecían y se guardaban durante la misa. Cada feligrés llevaba a casa su ramo, siendo costumbre atarlo al balcón o a la ventana y dejarlo hasta el año siguiente cuando volvía a ser sustituido. Según la tradición se hacía para conseguir la protección ante las tormentas y pedriscos. Se decía que era el domingo propio para estrenar indumentaria, como dictaba el refrán “En Domingo de Ramos, quien no estrena, no tiene manos”.

Los preparativos de la Semana Santa propiamente, comenzaban limpiando la iglesia a fondo, preparando el monumento al Santísimo, puliendo candelabros y colocando velas nuevas en ellos, tapando los altares y retablos con telas moradas y solicitando a las gentes silencio y oración (no se debía de hablar alto, ni mucho menos cantar, ni dar muestras de alborozo en público). Una vez comenzada la Semana Santa, la iglesia permanecía abierta día y noche para velar al Santísimo, haciendo turnos y rezando con solemnidad, arrodillados en reclinatorios. Se iba a la iglesia varios viernes anteriores para rezar el Vía Crucis, el acto resultaba solemne ya que se guardaba gran silencio y los feligreses orientaban sus rezos hacia la representación del cuadro de cada estación. Para avisar de la celebración de los Oficios, los monaguillos salían de la iglesia tres veces (sustituyendo a los tres toques de campanas), tocando las carraclas por las calles y en dirección opuesta a las procesiones, de cuando en cuando gritaban su mensaje: «Primer toque para los oficios». El día de Viernes Santo, el recogimiento era especial y se dejaba notar por las calles, puesto que nuestros mayores pedían que no se cantase ni alborotase en público y se evitase el bullicio en las casas y la música.

El Jueves Santo es la última celebración consagrada de la Cuaresma, el Viernes Santo Vía Crucis vespertino, realizando un pequeño recorrido por el camino del lavadero, hacia el paraje de La Cabaña y ascendiendo por el monte durante un pequeño tramo. Hace unos años solía vestirse alguna persona de Cirineo, llevaba un hábito morado y portaba la cruz durante todo el recorrido. En aquellos tiempos, había alguno que con cadenas en los pies, hacía de penitente, mujeres descalzas, seguramente para pedir alguna gracia o por haberla obtenido. Este día por la tarde, no se tocan las campanas, la tradición mandaba señalar el horario avisando por medio de los toques realizados por monaguillos, que daban la vuelta al pueblo en dirección contraria a la procesión y tocando ruidosamente con carraclas. (Tal vez hubo una matraca con este mismo fin en uno de los vanos del campanario de la iglesia, puesto que queda algún vestigio que lo podría confirmar. Fuente: D. Francesc Llop y Bayo), y como afirman personas de más edad.

En los llamados Santos Oficios, el sacerdote, el sacristán y tal vez alguno más, cantaban a varias voces y desde distintos ángulos de la iglesia, el Miserere en latín (himno al Dios misericordioso, entonado por el pecador arrepentido que pide perdón), dando lugar a un acto muy solemne y bastante tétrico, pero que gustaba mucho a los feligreses presentes en aquellos años.

El Sábado Santo al atardecer se prende una hoguera en la puerta de la iglesia para coger de allí el fuego santificador para encender las velas. Durante la celebración suenan las campanas para conmemorar la Resurrección y se bendice el agua, que luego se llevará a las casas en una pequeña jarra para «rojear» sus estancias y así transmitir su espíritu purificador en cada rincón del hogar.

Esa misma noche, se canta La Aurora, que es un acto típico, ejecutado al amanecer y que consiste en rezar el rosario por las calles principales y hacer paradas en puntos estratégicos y acostumbrados, para cantar una estrofa y el estribillo de la canción que lleva ese nombre, al acabar cada misterio del rosario. (Ver letra en Tradición religiosa)

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La víspera de fiesta del domingo de Resurrección, los mozos cortaban una rama de carrasca y las mozas la decoraban con rollos, cintas caramelos y adornos confecciona el Judas, un muñeco hecho de paja, vestido con ropas de hombre e incluso calzado, que se colgaba de un árbol en la plaza al amanecer por los mozos del pueblo

El domingo se celebra el Encuentro que consiste en una procesión en donde los hombres salen por la calle principal portando la Cruz y las mujeres van en sentido contrario, con la peana de la Virgen vestida con un manto negro, portando el ramo bien adornado y entonando canciones apropiadas. El acto culmina cuando ambas imágenes se juntan, se desprende el manto negro de la Virgen y terminan la procesión caminando hacia la iglesia.

Una vez terminados los actos religiosos es cuando la chiquillería descuelga el llamado Judas y proceden a quemarlo allí mismo, en la plaza del pueblo, escena cargada de simbolismo.

Como actos paganos y entrados los años 60, lo más típico era buscar casas viejas o corrales donde hacer peñas, decorarlas con pósteres y luces de colores y preparar limonada (en contraste con las fechas de recogimiento y silencio y desafiando las costumbres). Este refresco también se elaboraba en cada casa para agasajar a las visitas, acompañándolo de dulces típicos.

Casi se ha perdido la costumbre de hacer peñas y preparar limonada (acaso en alguna casa todavía puede degustarse).

En la actualidad, la conmemoración se ha reducido significativamente: Se realizan actos religiosos el Jueves Santo, Viernes Santo (Vía Crucis hacia el camino del Recuenco y ascendiendo al monte), el Sábado Santo se canta la Aurora al amanecer y se hace el Ramo y el Judas (no todos los años), y el Domingo de Ramos se realiza la procesión del Encuentro.

Meses de mayo y junio: Eran unos meses dedicados a la Virgen María y al Corazón de Jesús. El mes de mayo se celebraba adornando a la Virgen con muchas flores, cantando y recitando poesías en la iglesia. Se hacía acopio de flores solicitando a la gente del pueblo que tenía huertos adornados con rosales. También de niños nos inculcaban, como si de un juego se tratase, ir llenando con gargantillas de colores o pétalos de flores, una aguja con hilo con nuestro nombre o inicial, una por cada obra buena que hacíamos a lo largo del día.

Navidad: Estas fechas siempre se han considerado muy familiares y entrañables en el pueblo, ciertamente nuestros padres y abuelos vivieron navidades más austeras, no se ponía belén como ahora ni árbol decorado; venían los reyes magos y dejaban pequeños obsequios como naranjas, castañas y alguna barra de turrón. Se solía hacer guirlache en casa con miel y almendras y a ser posible los menús se mejoraban en aquellas fechas con recetas de bacalao y congrio y un buen cardo de la huerta.

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Cañas o ravel

Se celebraba la tradicional misa del Gallo, se cantan villancicos utilizando instrumentos como panderetas, zambombas, sonajas de chapas, cañas (ravel), almireces o incluso las típicas botellas de anís. Cuentan que cuando cantaban villancicos en el pasado siglo, eran los hombres los que participaban casi en exclusiva, que hacían uso de cualquier objeto de acompañamiento y ponían mucha ilusión en sus actuaciones.
El citado instrumento de caña, era nombrado en Cimballa como ravel (arravel: Instrumento típico castellano hecho con huesos de cabrito u oveja, unidos entre sí con cuerdas o alambres, también en su versión de cañas endurecidas) que se hacía sonar frotando con una castañuela, cuchara o similar). Todos los utensilios eran fabricados por las gentes del pueblo, con mejor o peor tino, aprovechando los materiales que tenían a su alcance.

El día de Reyes Magos se solía celebrar dejando alguna fruta en el balcón o algún dulce, como guirlache o rosquillas caseras. Incluso iban los chiquillos de la escuela a casa del Mayorazgo (años veinte o treinta) y les regala, a puñados de nueces, de almendras o manzanas (en aquellos tiempos apenas había frutales).

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Costumbre todavía en activo entre los vecinos, es la de pasar por las casas un pequeño altar, a modo de caja con dos puertecillas, con la figura del Sagrado Corazón y otra con la de la Sagrada Familia.

Se suele llevar personalmente de un hogar a otro, se le rezaba en familia y se le ponía siempre una pequeña «candelilla» encendida (en un vaso pequeño, se llena la mitad de agua y se completa con aceite, se pone flotando la mecha que lleva un pequeño soporte de cartón y se conservaba así encendida durante los días acordados).

Festividades y tradiciones desaparecidas:

Santa Quiteria:  El 22 de mayo. Es la fiesta de los pastores. La costumbre era limpiar la fuente situada en el camino del mismo nombre, realizar una colecta por las casas para hacer una merienda y pasar un día agradable entre juegos y pequeñas competiciones.

Santa Lucía: El 13 de diciembre, patrona de la vista. Se celebraba haciendo chocolate en la escuela.

La Cruz del 3 de mayo: Tradición que se perdió en los tiempos y que consistía en que los quintos se encargaban de poner el “mayo” en la plaza del pueblo. Se salía de procesión hasta la era más alta, por el Ancho-cerro.

El día de san Marcos, 25 de abril, se iba en procesión con un pendón, hasta la una cruz situada cerca del molino. Cuentan que había dos molinos en el paraje y los molineros se pelearon y uno de ellos murió y pusieron una cruz allí y que, desde entonces se hacía este recorrido y una vez allí se rezaban oraciones frente a ella y regresaban. Hace más de un siglo de aquello.

San Isidro, patrón de los labradores:  Dicen que también se celebraba su día y que incluso hubo una Hermandad en su nombre.

San Antón: Se celebra el 17 de enero. Se bendecían los animales, principalmente las mulas, burros y también los perros. Daban varias vueltas a la iglesia y al peirón dedicado al santo y que se erigía en el arranque del camino de La Fuente.

Santa Bárbara: No se celebraba fiesta alguna, sí se la invocaba cuando había tormentas («Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita, en el ara de la cruz, paternóster, amén Jesús»). Una de las campanas de la iglesia lleva el nombre de esta santa grabado, buscando tal vez la protección del pueblo frente a las tormentas.

Día del Corpus Christi: Festividad del mes de junio, se celebra el jueves siguiente a la festividad de la Santísima Trinidad. Era uno de los principales festivos del año («Tres jueves al año que relumbran más que el sol: Corpus Christi, Jueves Santo y el día de la Ascensión»). Salían de procesión con el Santísimo Sacramento bajo palio y los comulgantes de ese año, provistos de unas cestas llenas de pétalos de rosa, iban arrojándolos a la reliquia durante el recorrido.

Se hacían multitud de novenas, cada santo tenía sus días especiales: a san Antonio, a la Virgen del Pilar, al Sagrado Corazón, a san José, a san Francisco… Se supone que a todos los santos que figuran en las letras de los Gozos y quizás a alguno más (Ver en Tradición religiosa).

Novena de difuntos o por las almas del Purgatorio: En noviembre se cantaban canciones muy tristes en primera persona, para no olvidar a los familiares fallecidos y rezar por su salvación. La víspera de Difuntos por la noche, nombrada como «Noche de Almas», tenían por costumbre tocar las campanas «a ánimas» durante toda la noche. Al día siguiente se celebraba la misa de los Fieles Difuntos y cada familia llevaba desde su casa una especie de banqueta con agujeros para portar las velas y mantenerlas encendidas en la iglesia, las fabricaba un carpintero del pueblo. Cada vela representaba un familiar fallecido que nombraban y a continuación entregaban una moneda al párroco. También llevaban platos con comida, para repartir a los pobres con posterioridad.

Hoguera de san Blas: La víspera de san Blas se hacía una gran hoguera en la plaza para calentarse, mientras duraba el baile e incluso se mantenía varios días más.

calor-fuegoHogueras en la víspera del Pilar: La noche anterior al 12 de octubre, víspera del Pilar, también con permiso de los dueños (o sin él), los «vencejos» sobrantes de la siega, eran recogidos por los chavales del pueblo, en grandes fajos, haciendo acopio durante varios días. La tarea se llevaba a cabo por grupos, normalmente se identificaban por calles principales, estaba el grupo de la calle Bajera, el de la Plaza, el del Chorrillo y alguno más. Iban provistos de cuerdas largas para atarlos, se visitaban las eras y se entraba en los “cubiertos” de las eras a recogerlos, arrastrando el botín conseguido y amontonándolo con afán hasta el día del acontecimiento. Al mismo tiempo, se hacía acopio de manzanas en mal estado y restos de cosechas, para librar aquella noche batallas entre barrios.

Cada calle organizaba la suya propia, había cierta rivalidad que se dirimía aquel mismo día lanzando las manzanas podridas. Se saltaban las hogueras, se asaban patatas y las llamas producían una sensación mágica y festiva entre los vecinos. Esta tradición desapareció irremediablemente, cuando se dejó de trillar en las eras.

El día de las Viejas: Fiesta de los niños de la escuela. Los chavales pedían por las casas, se recogía dinero, huevos, patatas rosquillas y cualquier alimento que pudiera ser utilizado para preparar una merienda. Organizada por los maestros del pueblo.

Pedir para el Señor: De la misma manera varios domingos anteriores a la Semana Santa, las chicas pedían por las casas con el objeto de sufragar los gastos en velas y luz de la iglesia en esos días. Con el soniquete reiterado de «Una limosna para el Señor», se recogían algunas monedas, huevos y patatas. Cada casa participaba con lo que buenamente podía ofrecer. El último domingo y como premio al esfuerzo de las colectas, lo recaudado se destinaba para hacer una merienda. El paraje del Recuenco era casi siempre el lugar de preferencia para este tipo de sencillos eventos.

Saludo: Al salir de las misas o de los actos religiosos correspondientes, justo en el dintel de la puerta era tradicional el saludo de buenos días, efectuado por los hombres exclusivamente, dándose la vuelta y haciendo un gesto respetuoso a la persona que había tras él y dándole los buenos días.

Exvotos: Fue una costumbre extendida, como en tantos otros lugares, que consistía en colgar cerca de la imagen religiosa o el altar de veneración, un objeto de pequeñas dimensiones (rosarios, pañuelos, cintas, figuras, escapularios, botines, baberos, etc.), relacionado con la gracia a pedir o el favor ganado para una persona (curaciones, sanaciones, petición de salud, trabajo…). Se ponían en la ermita y en el altar del Santo Misterio.

Bautizos: Eran actos bastante familiares, solían celebrarse a los ocho días del nacimiento, para que la madre estuviese algo recuperada y asistiera al acto de purificación en la misma ceremonia. En algunos bautizos era costumbre tirar desde el balcón caramelos, frutos secos y peladillas y alguna perrilla acaso (céntimos), que recogían los chiquillos con gran algarabía y dando vivas a los padres y al recién nacido. Si al poco tiempo coincidía que venía el obispo, se aprovechaba el evento y los bebés recibían la Confirmación, junto con el resto de los jóvenes.

Comuniones: Se solían celebrar en el mes de mayo, concretamente el día de la Ascensión de la Virgen. Los comulgantes eran chicos y chicas de unos siete años, se preparaba la iglesia forrando los asientos con sábanas blancas y decorando con flores el altar. Se trataba de una celebración casera en donde se reunían los familiares y disfrutaban de la comida y la fiesta.

Bodas: Se llevaban a cabo en época de menos trabajo del campo. Las novias o iban de blanco o con traje chaqueta predominando tonos oscuros y un pequeño velo o tocado en la cabeza, además del ramo. Los parientes y vecinos regalaban objetos para la casa, no demasiado costosos, y asistían a una comida ofrecida y preparada por la familia. Los padres de los novios solían reunirse para acordar la dote, al novio se le solía dar una mula, algún apero, tal vez un gorrino y fincas para ganarse el sustento. La novia aportaba el ajuar, utensilios para el nuevo hogar y alguna tierra si se podía. En muchas ocasiones los recién casados debían de pasar sus primeros años en casa de sus padres, hasta poder hacerse con la compra de una vivienda.

Funerales: En el siglo pasado los funerales comenzaban con los toques típicos y largos de campanas, clamores, indicando por la manera de tañer, si se trataba de hombre o mujer. Al último toque el sacerdote y los monaguillos, acompañados de la cruz, llegaban a la casa del difunto, en donde se había velado toda la noche en la sala más grande de la vivienda, para que los vecinos y familiares (era habitual que los niños asistieran también), tuvieran espacio suficiente para hacer compañía y consolar a los allegados (en tiempos se ponía al difunto en una sábana en el suelo).  La casa permanecía casi a oscuras, reinaba el silencio o acaso el rezo de interminables rosarios y oraciones por el difunto. Desde aquí se dirigían a la iglesia, depositaban el ataúd en la entrada y procedían al acto religioso en el interior. A continuación se dirigían caminando al cementerio.

Cuentan que era costumbre ir a la casa del difunto la cual se mantenía en penumbra, desde el mismo día de su funeral para rezar el rosario durante nueve días seguidos; esto originaba ciertos inconvenientes, puesto que, en ocasiones, se llegaban a reunir unas cuarenta personas en casas reducidas y resultaba bastante incómodo para la familia del finado; así que este modo de duelo, se decidió hacerlo definitivamente en la iglesia.

Hubo varios carpinteros en el pueblo que fabricaban sencillos ataúdes y los familiares allegados lo portaban con unas andas de madera y tapado por una tela negra ribeteada en dorado. Esas andas de madera servían luego para hacer la cruz y marcar la cabecera de la tumba, una vez enterrado directamente en la tierra. El luto se guardaba durante años, sobre todo por las mujeres de la familia, incluso se teñían sus ropas en casa y en ocasiones enlazaban un luto con otro. Estaba mal visto manifestar alegría o bromear, incluso en los hombres ir al bar y mucho menos acudir a los bailes o fiestas durante una buena temporada.

 «Un pueblo sin alma es solamente una multitud»  Alphonse de Lamartine